martes, 29 de octubre de 2013

El misterio de la cripta embrujada.

No me quedé nada de acuerdo conmigo mismo, pese a que al comisario Flores le hice ver que finalmente cedía y que mi fuerza negociadora se había diluido, no fue así. 



Dentro de mí tenía un pensamiento en la cabeza que no me dejaba descansar tranquilo, y es que  pensaba que el comisario Flores ni intentaría cumplirme el favor que le pedí, que fue que liberara a mi hermana, ya que,  la dejé  sola con aquel cadáver  lavándome las manos y echándole todo el muerto a ella, y  nunca mejor dicho. 


También me atormentaba el pensar que este año tampoco nos enfrentaríamos a los equizos del Pere Mata sino  formaba un auténtico equipazo. Realmente era mi sueño, quitarles la copa por fin... ¡Cómo les odio! Era mi  único pensamiento que me atormentaba... ¡Uy, no! ¡Mi hermana! ¡Pobrecita mi hermana! Espero que el comisario pueda ser lo demasiado influyente en la comisaria como para ponerla en libertad... Pobre. Por mi culpa está sola. Yo pude quedarme allí y por lo menos no dejarla sola... Como un cagado me escapé... Otro de mis fallos... Tantas y tantas huidas hicieron de mis antecedentes una verdadera historia sin final, y eso hizo que yo aún siga aquí, sin poder estar en libertad... Pero, ¿y si me hubiese quedado? Lo mismo volvía aquí también... No tengo solución... Estoy destinado a pasar el resto de mi vida aquí...


Bueno, con un poco de suerte este año... ¡Uy, el equipo! ¡Tengo que formar un equipazo! Este año es el idóneo para enfrentarnos a los equizos del Pere Mata... Le  tengo muchas ganas a esos... Me siento lo suficientemente motivado como para enfrentarme a ellos y, ¿por qué no?, ganarles la copa por primer año... Mi verdadero sueño, derrotarlos, humillarnos, y coronarme como el capitán del mejor equipo de aquí. 


En mi momento de reflexión, llamaron a la puerta, era Luis. Enfadado me dijo: 
- ¿Pero qué haces aún aquí? ¡Sabes que tenemos partido ahí fuera! ¡Corre, te necesitamos! ¡Este año tenemos que enfrentarnos a los equizos del Pere Mata!

Cabizbajo, exclamé:
- ¡Vale! ¡Ya voy, joder! ¡Sin prisas!

Al parecer le extrañó mi forma de actuar, y me cuestionó:
- ¿Estás bien, tío?

No le respondí a su pregunta. Le hice un gesto de pulgar hacia arriba, y salí. Tenía un mal presentimiento,  al equipo le faltaban entrenamientos y nuevas tácticas... Luis era un buen jugador. Delantero con gol, alto, rubio, ojos azules... Para las chicas debía  ser un príncipe. Para mí, solo un jugador fijo en mis alineaciones e insustituible. 

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