Después de que El Rachel me rescatara de aquel océano,
seguimos buscando al hijo desaparecido de mi nuevo capitán. Rebuscamos días y
noches a ese niño perdido con la esperanza de encontrarlo algún día sin
rendirnos ni un momento.
Un día, mientras seguíamos nuestra búsqueda, nos
encontramos con el Marinis, un barco a la caza de ballenas. Nos dijeron
a los arponeros que le gustaría charlar con el capitán de nuestro barco, que era muy
urgente porque tenía un recado para él. Nuestro capitán fue a su barco, se encontró con el oficial del Marinis, y éste le dijo:
-Capitán, tengo una mala noticia para
usted. Su hijo murió.
Nuestro capitán empezó a llorar y
le dijo que eso no podía ser, que en algún lugar del océano estaría
su hijo. Abandonó el Marinis y nos
pusimos en marcha buscando de nuevo al pequeño Nicolás.
Un día, el capitán razonó en que
su hijo podría estar muerto en el fondo del mar, y lo único que pensó era
una forma de estar junto a él para siempre. Se aposentó ante la proa y decidió
arrojarse al agua. Nunca más supimos de él.
Nos llevamos varias semanas
navegando por el mar, con la esperanza de llegar algún día a tierra, pero el
hambre y el cansancio no nos dejaron navegar, así que paramos la marcha y nos dejamos morir sobre la cubierta del barco.
Pensé que en
algún lugar de la muerte me encontraría con mi hermano Quiqueg, con mis
compañeros del Pequod, incluso con el capitán Ahab, con el que llegué a coger cariño.
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