TERCER ACTO.
ACTO TERCERO.
La madre del novio y la vecina están en el salón después de la venida de la novia.
MADRE: ¡Cuánto es mi sufrimiento y mi castigo! ¿Por qué, Dios, por qué tú me castigas con esto? ¿Acaso he hecho yo algún mal para merecerlo?
VECINA: No te aflijas, mujer. Tú no tienes culpa de nada, todo es cuestión del destino y el destino se escribe solo.
MADRE: ¿Y ahora cómo vivo yo, cómo lo hago? ¡Si ni me quedan fuerzas ni ganas para hacerlo! . Me voy, me voy a verlos a ellos, a los que se han llevado de mi lado esos malditos. ¡Malditos! que es lo que son. (Saliendo de la casa hacia donde se encuentran enterrados)
VECINA: No vayas sola, yo te acompaño. (Sale esta tras ella)
MADRE: (Ya allí). ¡Ay, señor, por qué! Es tanto lo que me has hecho sufrir que ya no puedo seguir con esta vida. (Saca un puñal).
VECINA: ¡No, no lo hagas! ¿Vas a dejar que estos también te maten a ti?
MADRE: (Clavándose el puñal) ¡Solo quiero reunirme con ellos!