jueves, 26 de diciembre de 2013

El Príncipe de la Niebla.


     El día siguiente, después de todo lo ocurrido, amaneció nublado y triste. Max decidió ir a visitar el faro, que ahora le pertenecía a él. Cogió su bicicleta y se encaminó hacia allí. En el camino se percató de que su hermana Alicia estaba sentada en la orilla de la playa, con el mismo bikini blanco que llevaba el primer día que bucearon junto a Ronald. Dejó la bici y se acercó a su hermana.

-        Alicia, hace frío. ¿Qué haces aquí? - preguntó Max.
-        Lo echo de menos, Max. Lo echo mucho de menos. - contestó esta mientras una lágrima le recorría la mejilla derecha.
-        Yo también, Alicia. No se merecía nada de esto. Era un buen chico. - Alicia no aguantó, y abrazó a su hermano fuertemente, llorando aún más.
-        ¿Sabes qué, Alicia? Creo que te deberías encargar de la cabaña de la playa. A él le hubiese gustado que fuese tuya.- Alicia asintió, con una triste sonrisa.
-        Sí, me encantaría.
-        Muy bien. ¿Me acompañas al faro?

 Alicia asintió.  Se vistió y acompañó a su hermano, que decidió dejar la bicicleta en la playa e ir a pie hasta el faro. Al llegar, subieron y ambos se asomaron al gran ventanal que daba al océano. Los dos fijaron la vista hacia la superficie marina, justo donde se encontraba el Orpheus. Para su sorpresa, éste había desaparecido, dejando en su lugar un gran banco de peces naranjas. Los dos hermanos se miraron y sonrieron.











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